Octavio, designado Augusto a partir del año 27 a.C. fue el artífice de la organización de las provincias y en su viaje a Galia e Hispania, entre 16 y 13 a.C., decidió crear una nueva provincia, Hispania Ulterior Lusitania que abarca regiones herederas de los célticos del Sur, de los lusitanos y de los vetones y donde estableció cinco colonias, cuatro en ciudades ya existentes: Scalabis (Santarem), Metellinum (Medellín), Norba (Cáceres), Pax (Beja) y una nueva, Augusta Emerita que se iba a constituir en su capital. Con ello, y a través de municipios, propiciaba el control de las poblaciones y la protección de los intereses de los ciudadanos romanos en un territorio pleno de recursos. Poco a poco se fue desarrollando la vida política con la organización de las comunidades, de las entidades locales, donde las familias municipales más decididas y dinámicas sirvieron de relación entre las poblaciones urbanas y rurales, por lo que se produjo una adaptación a una “cultura del Imperio”.
Para la mejor administración y control de tan extenso territorio se estableció una completa red de calzadas, bien construidas con obras de fábrica en los lugares donde era necesario franquear obstáculos fluviales o zonas escarpadas: diques, puentes monumentales como el Mérida sobre el Ana, el de Ponte do Sor sobre la Ribera de Seda o el magnífico de Chaves (Aquae Flaviae). Los miliarios, postes cilíndricos indicadores de distancias entre mansiones y de otras noticias referentes al camino nos revelan los trabajos llevados a cabo en el curso del imperio para el establecimiento y mejora de estas fundamentales vías de comunicación.
*Textos tomados de la exposición temporal Lusitania Romana. Origen de dos Pueblos, comisariada por J. M. Álvarez, Antonio Carvalho y C. Fabiao.